La trashumancia es una tradición ganadera que sigue viva en las montañas austríacas, donde los rebaños se van moviendo entre los pastos de verano e invierno. En estos últimos, situados a menor altura, es habitual la presencia de capillas para celebrar misas y bendecir el ganado.

En 2012, una avalancha sobre el valle alpino de Bregenzerwald, al oeste del país, arrasó una de estas pequeñas ermitas junto con varias cabañas en el área de Wirmboden. Los granjeros de la zona unieron fuerzas y, con la ayuda de la firma local Innauer-Matt Architekten, inauguraron una nueva capilla cinco años después.

Este edificio singular de tan solo 6 metros cuadrados, casi engullido por la inmensidad de la montaña Kanisfluh e incluso de las cabañas circundantes, resulta muy interesante desde el punto de vista arquitectónico.

Su esquema básico de tejado a dos aguas marcadamente inclinado reproduce la forma tradicional de las construcciones de montaña para evitar la acumulación de nieve. Sin embargo, en esta ocasión se empleó hormigón para levantar las paredes, aunque se le incorporaron algunas piedras del lugar como testigos bien visibles de la herencia cultural.

Para soportar la estructura se eligieron vigas de abeto alemán, también presente en la entrada y en el llamativo armazón de listones que corona ésta. Se trata de una madera con excelentes cualidades acústicas, por lo que se usa en la elaboración de guitarras y violines. Además, los huecos entre vigas constituyen el espacio para la memoria, pues acogen fotografías de los seres queridos que formaron parte de la comunidad.

También se cuidó mucho la iluminación interior. Una estrecha abertura cenital en el vértice del tejado proporciona luz natural, mientras que la reducida franja vertical de vidrio azulado del altar da una sensación de trascendencia. Esta combinación sutil de luces tamizadas brinda una atmósfera de recogimiento que irradia paz.

A pesar del impecable resultado final, no resultó fácil poner de acuerdo a los granjeros. De hecho, el diseño y la construcción del diminuto oratorio se prolongó durante tres largos años. Sin embargo, casi todos ellos colaboraron con su trabajo, de forma que pudo levantarse sin ayuda de terceros. Todo un símbolo del poder del esfuerzo colectivo.

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