El proyecto que presentamos hoy es una puesta al día de la casa valenciana tradicional. Realizado por el estudio de arquitectura local El Fabricante de Espheras, establece un diálogo efectivo entre tradición y modernidad a partir de los materiales y el diseño, con el barro como hilo conductor.
El ático está situado en un pueblo al norte de la comarca de la Huerta de Valencia, lleno de naranjos y con huellas de un pasado esplendor, como atestigua la antigua fábrica de ladrillos. Así pues, para reinterpretar la vivienda se tuvo en cuenta tanto su ubicación, que domina los tejados de todo el vecindario, como la rica herencia de una tierra de labor bañada por el sol y el mar, luminosa y acogedora.
Nada más cruzar el umbral accedemos a una gran zona común, formada por la sala de estar, el comedor y la cocina, donde no podía faltar una despensa tradicional bien surtida. La estancia se articula en torno a una larga mesa con ruedas, que sirve tanto de espacio de almacenamiento como de barra para un desayuno rápido o de gran mesa de celebración donde reunir a familia y amigos en el más puro espíritu mediterráneo.
Además, la columna central y la viga que soporta, ambas en hormigón desnudo, crean a contraluz la sensación visual de ser soportes de madera de una construcción artesana, dando un punto de rusticidad muy agradable.
Un pasillo nos lleva al dormitorio, que dispone de una terraza luminosa. A medio camino tenemos el baño abierto y el aseo, que oculta un simpático aguamanil en versión moderna como guiño a esta pieza olvidada de nuestros abuelos y cuya puerta proporciona la intimidad necesaria.
En l´Àtic Vernacle, la luz natural inunda cada centímetro a través de las ventanas repartidas por toda la casa. Para regular la intensidad, se escogieron persianas tradicionales de madera pintadas en blanco, que sirven también como puertas enrollables de acceso al baño, la despensa y los armarios.
El sabor de la tierra valenciana se materializa así mismo en el pavimento artesanal de terracota que viste toda la casa, los zócalos y la cerámica vidriada de algunos muros.
Esa blancura radiante de paredes y techos, junto a la brisa marina que atraviesa las ventanas e inunda el ático, invita a descalzarse y disfrutar de la vivienda como si paseáramos tranquilamente por la orilla del mar.
Fotografías: Milena Villalba
