En Paris, construido a finales de los años ’80 por el arquitecto francés Jean Nouvel. Supuso un hito dentro de la denominada «revolución francesa arquitectónica» promovida por el entonces presidente de la república François Miterrand, y es clave para comprender posteriores intervenciones de Nouvel que en 2008 ganó el prestigioso Premio Pritzker. Surge tras el convenio entre 18 países árabes y el gobierno francés para promover los valores culturales, artísticos y religiosos musulmanes en el pais galo. El programa del Instituto incluye un museo, auditorio, restaurante, oficinas y biblioteca. La circulación está definida por una escalera circular y otra alargada en los extremos, y un grupo de ascensores al centro.
Nouvel tuvo ante sí la tarea de desarrollar una propuesta que, expresando un lenguaje contemporáneo y vanguardista, contenga elementos que lo hagan claramente identificable como un edificio ligado al arte islámico. Sin embargo, debía ser un edificio europeo, sin caer en la copia literal de iconos musulmanes, tal como lo hizo, por ejemplo, la Gran Mezquita de París. Para ello, el arquitecto fusionó ambos estilos, contemporáneo e islámico, dentro del mismo edificio. Hacia el río la fachada contiene componentes más típicos de la arquitectura occidental, líneas sobrias trabajadas en acero y cristal (materiales predilectos de Nouvel) y que reflejan el paisaje ribereño. Hacia el sur, y sin abandonar el uso de acero y metal, la fachada plasma elementos estéticos islámicos, expresados en un trabajo de filigrana. Se encuentra aquí una clara utilización de la «piel» en el edificio, un recurso al que el arquitecto recurriría en varios otros proyectos posteriores, como la Torre Agbar.

Fotografía de Emiliana Tedesco.