En los viñedos de Bardolino, junto al Lago de Garda, la Villa Ottolenghi se despliega como un refugio casi enterrado en la ladera. Diseñada por Carlo Scarpa entre 1974 y 1978, la intervención redefine la relación entre lo construido y el paisaje, elevando el terreno y convirtiendo el cielo en el techo real de la vivienda.
Integración topográfica y estrategia semienterrada
Scarpa responde a una normativa restrictiva que limita la altura visible y obliga a mantener cierta distancia entre edificios. Su solución es descender: la villa se incrusta en el terreno, quedando casi invisible desde ciertos ángulos. Sólo una pequeña fachada da al lago, con muros de hormigón y aberturas irregulares que anuncian sutileza y misterio . En el lado opuesto, una calleta —una grieta en la ladera— introduce luz natural en las estancias semisótano, recuperando la tradición veneciana de los callejones encajonados.
El techo‑terraza: el cielo como umbral
El techo se concibe como una habitación en sí misma. Siguiendo la tradición de los patios rurales venecianos, Scarpa lo diseña como una plataforma de ladrillo con patrones irregulares que se funden con el horizonte. En lugar de una cubierta convencional, el cielo se convierte en techo habitable, administrado desde una terraza que actúa como mirador suspendido.
Medida y monumentalidad en los pilares
El interior se sostiene mediante nueve pilares cilíndricos realizados en hormigón y secciones de piedra —Prun y Trani— que organizan niveles: salón, comedor, cocina y baños se encajan sin muros bajos, generando continuidad espacial. La osamenta estructural, pese a su escala, no pesa gracias a la compacidad y la proporción precisa.
Agua y luz: mediadores de espacio
Scarpa integra canales de agua como reflejo del cielo y diálogo con el clima mediterráneo. Estos espejos fluidos generan una frontera sutil entre el interior excavado y el exterior, reforzando la experiencia material de la piedra y el hormigón . La luz entra desde la calleta y los huecos dispersos, modulando una atmósfera introspectiva que alterna penumbra y claridad.
Precisión material y artesanal
La paleta material habla de autenticidad: hormigón visto, piedra local, ladrillo artesanal en la terraza, carpinterías ajustadas al milímetro. Scarpa supervisó cada detalle, hasta las manillas y los remates, como si construyera un organismo vivo .
Villa Ottolenghi no es una casa; es un paisaje habitable, techado por el cielo y anclado en la tierra. En un gesto técnico y poético, Scarpa enseña cómo el vacío puede devenir lugar, y cómo la arquitectura puede ser una nueva manera de habitar el territorio.