En el corazón del centro histórico de Valencia, en un edificio señorial del siglo XIX con patio interior y árboles altos, una vivienda de 150 m² ha sido reinterpretada por los estudios DG Arquitecto y Gosende Navarro Studio. La intervención, más que una reforma al uso, es una coreografía precisa entre pasado, luz y materialidad. Un ejercicio de arquitectura interior donde no se impone una estética, sino que se escucha: al lugar, a sus habitantes y al tiempo.

El encargo parte de una mudanza vital. Una pareja, hasta entonces instalada en la serenidad geométrica del mid-century neoyorquino, decide cruzar el Atlántico en busca de otra forma de habitar: menos ordenada, más matérica. Valencia, con su clima, su paisaje urbano denso y su palimpsesto arquitectónico, les ofrecía eso. El punto de partida, sin embargo, no era fácil: un piso con una distribución caótica, atravesado por una luz cambiante, intensa pero fragmentada.

Dos gestos, una nueva estructura

Frente a la fragmentación original, la propuesta parte de una idea clara: no borrar, sino ordenar. La nueva organización del espacio gira en torno a dos piezas de mobiliario que actúan como estructuras flotantes. No son tabiques, pero organizan. No compiten, pero destacan. Estas dos intervenciones permiten abrir visuales, respetar la estructura original y, al mismo tiempo, filtrar la ciudad hacia el interior. Desde el vestíbulo, se insinúa el patio. Desde la cocina, se percibe la geometría del peristilo.

Este tipo de decisiones demuestra cómo la arquitectura interior puede operar con precisión quirúrgica, sin necesidad de excesos formales, y lograr una transformación profunda del habitar.

Materiales que dialogan

Este proyecto de arquitectura interior se articula desde un trabajo consciente con los materiales. La construcción original, densa y maciza, se manifiesta en arcos estructurales que envuelven el espacio central. Sobre este fondo pesado, el blanco actúa como neutralizador: paredes y volúmenes se blanquean para recuperar aire y contemporaneidad.

Pero la contención cromática no es fría. Al contrario: una paleta de materiales nobles —roble, barro cocido, cuarcita marfil, latón— aporta textura, calidez y una experiencia háptica que equilibra lo abstracto. El suelo de barro color paja y el mobiliario de roble enmarcan una cotidianidad sin afectación, hecha para ser usada, tocada y habitada.

El centro es la cocina

La cocina y el recibidor se convierten en el verdadero corazón de la casa. Allí se cruzan las circulaciones, los materiales y las atmósferas. Un espacio de encuentro que sintetiza la operación general: convertir un apartamento histórico en un lugar donde lo doméstico se reordena sin renunciar a su origen.

DG Arquitecto y Gosende Navarro Studio no han reformado una vivienda, han propuesto una narrativa. Una que reconoce lo heredado, pero que lo proyecta hacia una nueva etapa. Porque a veces, habitar mejor no es construir más, sino entender dónde se está.

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