Cuando se le pide a un niño pequeño que dibuje una casa, lo más habitual es que acabe pintando un bloque con tejado a dos aguas, una gran puerta de entrada y un número aleatorio de ventanas (y, por supuesto, un sol no muy lejos). Pero ¿qué ocurriría si, en el colmo de la abstracción, algún adulto decidiese borrar de un plumazo todos los elementos de comunicación con el exterior de esa fachada?
La respuesta viene de la mano del estudio polaco KMA. El tándem creativo formado por los arquitectos Lukasz Kabarowski y Anna Misiura planteó en 2012 este enfoque tan drástico en su proyecto Surprise-house.
Situada en un barrio residencial de Wroclaw, esta casa unifamiliar llama la atención de forma inmediata. Sus paredes impecablemente blancas marcan una frontera abrupta entre el espacio privado y el mundo exterior. Cuando uno contempla por primera vez esos volúmenes tan simples y despejados no puede evitar preguntarse dónde están la puerta de acceso y las ventanas.
Sin embargo, esa fachada silenciosa del lado norte oculta un interior abierto y luminoso justo detrás. La profusión de acristalamientos de suelo a techo permite una interacción estupenda con el entorno arbolado. Aquí, la primera impresión fría y críptica de la vivienda desaparece por completo.
Para acceder a este rincón secreto hay que aventurarse entre los bloques y atravesar un pasillo al aire libre cubierto por las hojas de un abedul. En toda el área, grandes cortinas grises regulan la privacidad familiar y la cantidad de luz natural que atraviesa las habitaciones.
A modo de límite sutil, un fino estanque acota uno de los laterales y, a su vez, se integra en la extensa zona ajardinada que rodea la construcción. El diseño cromático solo en gris y blanco encaja sin estridencias en el verdor general. Además, la sencillez de su geometría evita cualquier muestra de ostentación.
La Surprise-house rompe así con el concepto de vivienda tradicional y hace honor a su nombre, explorando nuevas opciones dentro del minimalismo funcional.