La Sooke House se asienta sobre una loma con vistas al mar en el extremo meridional de la isla de Vancouver. Esta zona del oeste de Canadá es rica en bosques densos, por lo que la firma local Campos Studio aprovechó un pequeño claro para dotar a la vivienda de panorámicas sobre los árboles y el Pacífico.

Diseñada para una mujer y su perro, el programa interior de la casa responde a esa vocación de enmarcar las diferentes vistas del entorno natural. De hecho, la cubierta se fractura en todas direcciones buscando el encuadre perfecto.

El bosque –formado por especies de gran altura (abetos de Douglas, cedros y pinos de Sitka)– sirvió de inspiración para organizar la tectónica. Imitando el tamaño de los troncos, una esbelta columna central de hormigón vertebra la estructura, dividiendo la casa en dos alas. Esta referencia se duplica unos metros más allá, donde la tubería de la estufa de leña ofrece una réplica casi exacta. De esta forma se integra la casa en la verticalidad del bosque.

En cuanto a la peculiar configuración del tejado, también hace alusión al paisaje. Así como las grandes ramas de las coníferas brindan protección y filtran la luz a través de sus agujas, un fino techo de listones se dispone a ambos lados de la viga central. La abundancia de aleros en todo el perímetro subraya esa imagen de refugio.

Así pues, a pesar de carecer de formas orgánicas al uso, la Sooke House modela el espacio de manera abstracta hasta obtener volúmenes irregulares. La linealidad clásica se distorsiona para sacar el máximo partido a cada orientación e inundar sus 137 m2 de luz natural.

Se obtiene así una casa en la que cada habitación trasciende su función principal, convirtiéndose en un mirador privilegiado. A su vez, la disposición ramificada crea varios patios exteriores con tarima que permiten disfrutar de la naturaleza al aire libre.

Esta vivienda canadiense es un buen ejemplo de cómo repensar lo tradicional puede derivar en una propuesta mejor. En lugar de colocar la casa frente al mar con los árboles a su espalda, los arquitectos decidieron incluir el bosque en el proyecto. Algo que no sacrificaba las vistas al océano y que convertía la Sooke House en un lugar eterno de acampada.

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