Encontrar la casa adecuada para empezar una vida en pareja puede resultar bastante complicado. Por lo menos, eso es lo que pensaban en 2012 Elliot Loh y su novia Kiyoko. Hartos de recorrer la ciudad de San Francisco para ver solo un muestrario descorazonador de apartamentos minúsculos y anodinos, tuvieron una especie de revelación al llegar a un edificio industrial abandonado en el barrio de Mission.
Eran tres cubos de hormigón alineados dentro de una parcela bastante larga y estrecha. Aunque a primera vista su aspecto abandonado era un tanto desalentador, no dudaron en contratar al arquitecto Todd Davis para que creara allí la vivienda de sus sueños.
En primer lugar, parecía complicado encontrar un estilo que encajase en el entorno, ya que los alrededores estaban ocupados por casas victorianas y almacenes. Además, la extraña disposición de la propiedad era fruto de una historia centenaria bastante agitada. Sus estructuras habían acogido -entre otros usos- una tintorería, un depósito de municiones durante la Segunda Guerra Mundial, una boutique y el local de ensayo de la famosa banda Faith No More.
Para reducir costes y respetar en parte estas numerosas reinvenciones, Todd y la pareja decidieron aprovechar las formas ya existentes para convertir esa ruina con posibilidades en un auténtico hogar. Así pues, se reordenaron los usos de cada espacio para adaptarlos a las necesidades de una vivienda unifamiliar moderna.
El primer bloque se aprovechó como garaje, creando a su alrededor una hermosa fachada en madera de cedro con dos puertas laterales de entrada casi imperceptibles. El segundo cubo -algo más pequeño- se cortó por la mitad, creando un área de comedor/estudio al aire libre rodeada de césped. Este patio tan especial potencia su encanto con una suave iluminación nocturna.
Por último, el tercer cubo ya se utilizó en el pasado como residencia, por lo que solo hubo que acondicionar los espacios con placas de yeso y nuevos suelos. La mayoría de las habitaciones poseen luz natural, filtrada a través de claraboyas, ventanas y puertas acristaladas, lo que garantiza una excelente luminosidad. Esta zona alberga el dormitorio, la cocina, el baño, el salón y un cuarto de invitados.
Es importante destacar el valor otorgado a los materiales en el diseño. Así, los tres bloques de hormigón se interconectan mediante tablones de cedro rojo, presente en interiores y exteriores. La madera se dejó sin tratar para que vaya tomando un color gris plateado con el tiempo. Además, se eligió con abundantes nudos para mantener su carácter cuando se vaya desvaneciendo el color rojizo original.
De igual forma, se fomentó el diálogo entre las texturas, creando un llamativo microondulado en el hormigón visto de una de las fachadas. Aparte de su claro efecto decorativo, es un reflejo del metal corrugado que reviste el edificio vecino.
Así pues, el buen gusto, la privacidad y el minimalismo se alían en este tranquilo refugio urbano.
Fotografías: Todd Davis y Dwell