En Atsugi, Junya Ishigami + Associates ha completado en 2020 una propuesta que redefine el descanso en el campus: la plaza KAIT. Lejos de ser una zona de paso, es un paisaje arquitectónico semiexterior donde el tiempo se convierte en materia del espacio: Plaza Kanagawa Institute of Technology.

La experiencia del proyecto no parte de un programa funcional, sino de una premisa poética: ¿cómo se pasa el tiempo, más que para qué sirve? Ishigami reclama una versatilidad que no alude a usos concretos, sino a situaciones diversas: conversar, leer, descansar, merendar, dormir —incluso acoger un mercado ocasional— Este espacio está definido por una hoja metálica curvada que cubre una plataforma ligeramente hundida. El techo se asienta directamente en los cuatro muros perimetrales y la superficie inferior de la losa sigue una topografía sutil que conecta suelo y cielo, recreando un horizonte puro . Con apenas 12 mm de espesor, el acero ondulado se expande térmicamente hasta 30 cm, un fenómeno anticipado gracias a 83 pilotes y 54 anclajes que estabilizan la estructura.

Las 59 perforaciones distribuidas sobre la cubierta iluminan el entorno de forma cambiante según el clima y el momento del día. En días soleados, la luz cae en rectángulos bailarines. Cuando llueve, el agua traza columnas vivas que caen sobre el suelo permeable, reclamando con sonidos y texturas esa condición semiexterior . La arquitectura se convierte en un paisaje vivo, activo y sensible.

La intervención aprovecha además la caída natural del terreno, situada dos metros por debajo del resto del campus. Esto permite que el techo se perciba bajo, cercano, casi doméstico, a la altura de una vivienda común, ofreciendo una escala humana que contrasta con las dimensiones del espacio.

No hay columnas en el suelo. La pieza se sostiene gracias a la tensión y la geometría de muros y techo, como una especie de puente suspendido. El resultado es una sala abierta sin límites visibles, una continuidad espacial que dialoga con el taller KAIT contiguo —resuelto en planta libre y con columnas que remiten a un bosque minimalista— .

La plaza no impone una narrativa, sino que sugiere situaciones. Su escala y materialidad —acero blanco, suelo asfáltico permeable— permiten que se use descalzo, sentado o tumbado, como quien busca reposo o busca ampliar la mirada. Es un escenario sin actores predeterminados.

KAIT Plaza no es una escenografía urbana, sino un episodio arquitectónico que integra ingeniería, paisaje y cuerpo. Funciona como mediador entre la cadencia académica y la pausa, recuperando lo semiexterior. En su diseño, la técnica no se oculta: se despliega en cálculos térmicos, tensiones y perforaciones medidas. Pero sin artificio. Solo con el deseo de acoger el paso del tiempo. Y hacerlo habitable.

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