Un buen diseño siempre ha de sorprender y estimular la imaginación. Este principio lo vienen aplicando con éxito la pareja de creadores vieneses Mischer’Traxler. Como parte de su colaboración con la conocida marca de champán Perrier-Jouët, acaban de maravillar al público londinense llenando una habitación de insectos para reflexionar sobre la interacción entre el ser humano y la naturaleza.
Esta instalación envolvente, llamada Curiosity Cloud, ocupó en septiembre una de las salas del museo Victoria and Albert durante el Festival del Diseño de Londres. Consta de 264 bombillas de vidrio soplado suspendidas del techo. Y cada uno de estos recipientes contiene la réplica hecha a mano de un insecto, recreado hasta en los mínimos detalles.
En la distancia, los animales permanecen en reposo en una habitación oscurecida. Pero conforme entran los visitantes y se aproximan a los recipientes, las bombillas más próximas al observador se encienden y los insectos cobran vida. Echan a volar asustados y tocan el cristal con las alas, provocando un tintineo y un zumbido continuos. Interactúan con el público desde sus campanas transparentes, que los protegen del contacto humano.
La instalación contiene 25 variedades distintas con representantes de todo el mundo, desde especies comunes hasta insectos en peligro de extinción o ejemplares recién descubiertos. Un ciclo de la vida constante en el que el público es perseguido a cada paso por la luz y el movimiento.
Esta «nube de curiosidad» invita al visitante a participar del espectáculo, a asombrarse y a hacerse preguntas sobre su relación, amistosa o no, con el resto de la naturaleza.
Para elaborar este mundo onírico, Katharina Mischer y Thomas Traxler combinaron técnicas tradicionales, como el soplado de vidrio o el repujado del metal, con tecnología contemporánea. Así, se incluyeron motores, iluminación LED, circuitos especiales y sensores de presencia por infrarrojos para lograr ese «despertar» tan real.
La elección de estos animales está inspirada en la herencia modernista de Perrier-Jouët, cuya botella Belle Époque fue diseñada por el artista francés Émile Gallé en 1902. En este periodo, los insectos aparecían con asiduidad tanto en objetos decorativos como en todo tipo de mobiliario.
En un trabajo anterior para la marca, Mischer’Traxler ya habían jugado con una polilla grabada en el interior de una copa de champán. En esta ocasión, el contorno del insecto producía un sinfín de diminutas burbujas una vez llena, creando un efecto cinético igual de fascinante.