Para bien o para mal, el hombre siempre ha interactuado con la Naturaleza, pero es en las últimas décadas cuando se ha hecho más evidente el paulatino deterioro que provoca esta relación desigual en el medio ambiente. La artista norteamericana Kate MacDowell lleva años plasmando este gran desequilibrio de fuerzas en sus esculturas. Partiendo del ideal romántico de unión con el entorno natural, sus sorprendentes obras muestran el impacto contemporáneo sobre el medio.
Un grupo de canarios explorando el último reducto donde respirar dentro de unos pulmones humanos o una colonia de hormigas trepando por un robusto corazón en busca de un manantial azucarado que las nutra son solo dos ejemplos de estas esculturas-denuncia. Según la propia Kate, sus obras son en parte respuestas al estrés ambiental originado por el cambio climático, los vertidos tóxicos o los cultivos transgénicos.
También están influidas por los mitos clásicos en torno a las simbiosis en equilibrio (como la crianza de Rómulo y Remo por la loba capitolina), la historia del arte y otros aspectos culturales. En algunas ocasiones, los animales adquieren cualidades o formas humanas, llevando equipos de protección para defenderse de los ataques, mientras que en otras son los seres humanos los que experimentan transformaciones cómicas o bien mutaciones desgarradoras. En cualquier caso, el nivel de realismo es extremo, con una meticulosidad que aflora en cada detalle.
MacDowell eligió la porcelana como materia prima para sus esculturas por su palidez, su luminosidad y su capacidad para sacar a la luz todo tipo de texturas. Pero también porque representa a la perfección la fragilidad de las especies dentro de sus ecosistemas, así como por ser un material que, paradójicamente, puede durar miles de años y se asocia históricamente con objetos de gran valor. No cabe duda de que estas obras de un blanco fantasmal poseen una fuerza singular que nos invita a reflexionar y tomar partido ante este deterioro global.
Fotografías: Kate MacDowell