Una regla de oro para todo estudiante de la historia de la arquitectura es que los arquitectos nunca mandan sobre lo que la posteridad vaya a hacer de sus edificios. Así lo evidencia la antigua iglesia de Callús, en la provincia de Barcelona.
Edificada originalmente sobre los cimientos de una iglesia románica del siglo X, la parroquia de Sant Sadurní data del siglo XIII y fue íntegramente reconstruida hacia el año 1800. Fue también, durante mucho tiempo, y junto con el vecino castillo de Godmar, el núcleo de la vida social y religiosa del municipio, hasta que cayera en desuso en el siglo XX por el descenso en el número de feligreses, para luego emplearse como cárcel durante la Guerra Civil y posteriormente como granja porcina. Pese a ser declarado bien de interés cultural en 1949, las alteraciones desfiguraron por completo la integridad del recinto, que ahora ha sido rehabilitado como centro de eventos con suma sensibilidad y discreción por los arquitectos Puig-Mir.
La mejor explicación de la estrategia proyectual a seguir la ofrecen sus propios responsables: “Nuestro concepto de actuación se basa en la deconstrucción de los elementos sin ningún tipo de valor y que desnaturalizaban las volumetrías originales. Esta estrategia de vaciado despeja nuevas relaciones entre las partes, afirmándolas, mostrando su particular carácter espacial y material.”
Los arquitectos han recuperado así la integridad de la iglesia original, agregando una zona abierta que separa lo antiguo de lo nuevo, con una escala controlada y respetuosa con lo existente. Destacan la sobriedad y delicadeza de los acabados y detalles constructivos así como la atención a la sostenibilidad del nuevo complejo, con sistemas de energía pasiva, de almacenamiento de agua de lluvia y ventilaciones cruzadas, entre otras variables.
En suma, se ha despejado el lugar de sus amorfos y anacrónicos solapamientos, se rehabilitado el interior de la iglesia original y a ella se han agregado cuidadosamente espacios modernos, de diseño sencillo, elegante y de una sola altura, para acomodar las nuevas funciones del recinto. Ahora que se habla tanto de patrimonio, este proyecto es quizá un claro ejemplo de cómo se pueden mejorar contextos históricos delicados sin camuflar la fecha de una intervención plenamente contemporánea, recuperando respetuosamente el pasado y haciendo un buen uso adaptado del legado arquitectónico que vaya más allá de la simple museística.