En un mundo en el que el acceso a la vivienda está cada vez más complicado, cualquier iniciativa dirigida a rebajar ese drama merecerá al menos el mérito del realismo. En esa dirección se encamina el esfuerzo de James Law Cybertecture, que con este proyecto ofrece “viviendas” de 9,29 m2 en el interior de tubos de hormigón prefabricado de unos 2,5m de diámetro.
Los cilindros pueden estabilizarse fácilmente para apilarse en vertical y contienen cerramientos acristalados u opacos en ambos extremos, por los que se podrá acceder al interior mediante una clave operada con teléfono móvil.
Todo lo que habría que agregar a un hipotético complejo de estas cápsulas habitacionales serían las necesarias instalaciones de circulación vertical y horizontal, agua corriente, saneamiento, electricidad y ventilación, y zonas comunes, desde las que luego se accedería a cada una de las residencias.
Las cápsulas contienen una zona trasera de aseo con inodoro y ducha, un pequeño equipo de cocina, y un espacio sobrante para vivir y dormir como buenamente pueda hacerse. Una minúscula parcela de armarios, un plano horizontal para el suelo y mobiliario de serie (lámpara, mesa, sofá-cama, estanterías, etc.) es todo lo demás que se ofrece.
Bien visto, y tanto en su diseño como en su propósito, el proyecto evoca planteamientos teóricos bien rodados a lo largo del último medio siglo, especialmente los relativos a la arquitectura modular y al metabolismo japonés.
Los pisos se presentan como un paliativo viable al problema de la vivienda en Hong-Kong, foco actual de una prolongada burbuja inmobiliaria que ha convertido la ciudad en el mercado de vivienda más inasequible del planeta (el precio medio de la vivienda unifamiliar se sitúa allí en más de siete millones de dólares, mientras que el salario medio anual es de unos 340.000 dólares, cifra esta última que apenas refleja la altísima concentración en la distribución de las rentas).
Por el contrario, según el estudio de James Law, cada una de sus unidades tubulares tendría un coste de producción aproximado de unos 145.000 dólares, y podrían alquilarse por menos de 400 dólares al mes. El programa, por tanto, se concibe como una primera vivienda en alquiler para jóvenes (o no tan jóvenes), que podrían habitar los receptáculos por un máximo de 2 años.
Y si bien el proyecto se concibe para una situación local, sería factible contemplar su aplicación a muchos otros escenarios en los que la vivienda escasea o en los que premie una necesidad urgente de alojar rápida y lo más humanamente posible a un gran número de personas.
Evidentemente, los pisos-tubo distan mucho de ser viviendas modélicas, como también cabe dudar de su viabilidad dadas las condiciones que impondrá un mercado inmobiliario tan voraz como el de Hong Kong (ante todo el coste del escaso suelo edificable). Con todo, la propuesta no aspira ni mucho menos a ser resolutiva del enorme problema que aborda. Y han de elogiarse, cuando menos, las buenas intenciones y el compromiso social del proyecto. El camino hacia lo mejor exige a menudo optar por lo preferible.
Imágnes gentileza Estudio James Law Cybertecture