Hoy viajamos hasta la pequeña localidad australiana de Yackandandah, en el noreste del estado de Victoria, para analizar el aprovechamiento de materiales y la construcción cooperativa.
La Sawmill House es, de hecho, un bello ejemplo de cómo sacar el máximo partido a una ubicación complicada con soluciones prácticas y económicas que, además, tienen en cuenta la historia y peculiaridades del emplazamiento.
Para su concepción, el estudio Archier -con oficinas en Melbourne y Hobart- trabajó en estrecha colaboración con el cliente, un escultor local. Las propias habilidades artísticas de este y la circunstancia de que fuese un miembro de la familia llevaron a los arquitectos a plantear un proyecto diferente, con propuestas poco convencionales y un diseño abierto que iba modificándose mientras se trabajaba en la obra.
El objetivo era convertir una vivienda bohemia y bastante rústica en una casa versátil que alojase de forma cómoda a sus tres inquilinos. Siguiendo una iniciativa rompedora, para su construcción se utilizaron 270 bloques de una tonelada de hormigón reciclado. Cada uno de estos modernos sillares tiene su historia particular, ya que proceden de diferentes lugares: senderos, viejos puentes, casas… Se decidió no tratarlos y que conservasen sus formas originales. Al haber estado expuestos a la intemperie en un vertedero, el resultado final es un mosaico de varios colores que imita las capas sedimentarias que aún quedan expuestas en el área, una antigua mina de oro.
Mientras que uno de los lados de la vivienda rinde homenaje a la extracción del metal, algo que también se refleja en los revestimientos dorados de las paredes, el opuesto honra al aserradero local. En efecto, el lateral que se abre hacia el viejo yacimiento está formado por pantallas móviles de listones de madera sin tratar que se deslizan o se abren, transformando el porche en un espacio totalmente abierto hacia el bosque. Con el paso del tiempo, su tono marrón irá pasando a gris plateado.
Aparte de estos guiños históricos, en la Sawmill House se tuvo muy en cuenta el clima. Por ejemplo, posee una cubierta bastante funcional que aprovecha la brisa que baja por el valle hacia la casa, proporcionando una refrigeración pasiva en los meses cálidos mediante flujo cruzado. Así mismo, en invierno la entrada de sol se maximiza haciendo retroceder a voluntad una sección de 14 metros del techo sobre la cubierta. De este modo, el sol caldea la vivienda durante la mayor parte del año.
Respecto al interior, se diseñó como un espacio diáfano para compartir, con la particularidad de que una de las paredes está totalmente acristalada y se abre hacia el patio interno, de forma que la sensación de libertad es completa.
En este creativo unifamiliar australiano los límites se difuminan y los espacios cambian a lo largo del día. Un verdadero hogar de madera, vidrio y hormigón adaptado a su entorno que explora el potencial de materiales desechados y con unas vistas a la naturaleza realmente espectaculares.
Fotografia Ben Hosking.