La butaca Elena, diseñada por Helena Rohner podría definirse como una escultura pensada por y para las mujeres.
La diseñadora canaria, de ascendencia española y suiza, atesora una trayectoria sólida y llamativa en el mundo del diseño, en la que ha conseguido trazar y construir un hilo conductor de diseños sensuales, atemporales y contemporáneos al mismo tiempo, destacando los rasgos de armonía, pasión por el color y variedad y atrevimiento en el uso de materiales.
Aunque especialmente reconocida por su faceta de diseño de joyería, la prolífica diseñadora ha diseñado lámparas, textiles, muebles y otros objetos decorativos para firmas como Georg Jensen, Bodum, o Munio, entre otras.
Ahora, la diseñadora ha colaborado con Rabadán (compañía sustentada en la manufactura artesanal) para hacer realidad una butaca, Elena, de estética enormemente sensual y orgánica, un objeto que por sus dimensiones y condiciones de uso está pensada para el mundo femenino, y es el fruto de una reflexión acerca de cómo se sienta la mujer.
El nombre de Elena es un homenaje a la fundadora de Rabadán, madre del propietario actual, recientemente fallecida.
En esta pieza se identifican muchos de los rasgos presentes en el trabajo de la diseñadora, que destacan por su belleza y personalidad, formas orgánicas de gran serenidad y sutileza. “…suelo decir que redondeo esquinas, suavizo formas y hago que la luz se mueva de forma líquida por las piezas. Mi reto es buscar que esas formas reflejen la luz, y con ello resaltar curvas, texturas y espacios…”
La butaca se plantea como una escultura para la casa con una lectura en las tres dimensiones, “…una pieza exenta con aire a su alrededor y que fuera armoniosa desde todas sus perspectivas… femenina por sus formas y por todos sus atributos, y también coqueta y alegre”.
La estructura de la butaca está hecha en madera de aliso escopleada (sin clavos ni tornillos), a mano y de forma individual, las patas torneadas son de roble español y los tejidos de algodón de alta resistencia de la firma Loro Piana. Se buscaba, además, que el textil tuviera las mínimas costuras posibles, minimizando los cortes para no interrumpir la forma fluida que caracteriza la butaca.