En ocasiones, los proyectos de arquitectura aparentemente más sencillos logran sacar a la luz resultados estéticos que exceden cualquier expectativa.
Un ejemplo representativo se puede admirar en una zona de árboles frutales situada en el valle del río Hood, en Oregón. Este territorio agrícola del noroeste estadounidense se caracteriza por sus granjas familiares y un sabor rural forjado a base de construcciones levantadas a mano por los propios granjeros, usando los materiales del entorno y las herramientas disponibles. Una austeridad que se traduce en pocos detalles ornamentales, líneas claras, eficaces y un enfoque total hacia la funcionalidad.
Estas fueron las premisas regionales con las que se encontró el estudio FIELDWORK Design & Architecture a la hora de abordar un curioso encargo: un cobertizo para alojar tractores y equipo agrícola con una zona exterior de aparcamiento en una explanada rodeada de manzanos y perales.
Esta bucólica misión estimuló al equipo creativo de Portland, que planteó una orientación norte-sur para armonizar con la pronunciada pendiente de los alrededores y el trabajo cotidiano de la granja. Tomando como referencia los materiales de la zona, se diseñó un artesonado ligero simple pero efectivo, recubierto por una piel metálica exterior ajustada a la perfección del tejado a la pared para lograr una estanqueidad perfecta.
Sin embargo, la solución más audaz la encontramos en la parte central del edificio, donde unas hermosas puertas correderas en madera de cedro proporcionan luz, ventilación y acceso por ambos laterales. La disposición asimétrica de los listones filtra la luz natural de forma distinta en cada hoja, mientras que un panel de policarbonato oscurecido protege el interior del frío y el viento.
Una combinación de materiales y colores que encaja plenamente con el horizonte montañoso y el paisaje arbolado circundante.
Fotografías © Brian Walker Lee