Ante el empuje de urbanizaciones sin alma en el medio rural, los habitantes de la sierra lucense de O Courel han sabido conservar el sabor de tiempos pasados. En un paisaje espléndido lleno de hayas, robles y castaños, podemos encontrar aldeas casi sin alterar, con sonidos y olores propios de antaño.

Paderne es una esas joyas de población diseminada, donde el arquitecto coruñés Carlos Quintáns llevó a cabo una lectura respetuosa de las construcciones tradicionales. Tomando como base un antiguo pajar al que se le había añadido una edificación poco afortunada, consiguió diseñar una casa contemporánea que honra la herencia rural gallega.

Lo primero fue derribar la construcción más reciente para aprovechar los gruesos muros de piedra originales, que soportan toda la estructura de madera. El proyecto se planteó en dos niveles, el superior se dedica a la zona de estar, mientras que el inferior aprovecha los muros de mampostería para alojar los dormitorios.

El objetivo de Quintáns era bien claro: no esconder nada, ni siquiera las diferentes alturas de la planta de arriba, que se adapta a cada rincón dibujado por los trazos de piedra. Además, el diseño típico de cabaña a dos aguas permite incluir un gran ventanal panorámico en uno de los costados, garantizando así abundante luz natural y unas vistas inmejorables de la sierra.

La vivienda tiene su cúspide en la cocina, desde donde se desciende en espiral hacia los dormitorios. El espacio superior presenta dos cambios de altura que se integran sin problemas en la distribución, lo que ayuda a definir zonas como la entrada.

Puesto que las dimensiones de la parcela eran muy ajustadas, se aprovechó al máximo cada rincón, evitando fragmentar el poco espacio disponible con paredes interiores. A su vez, la generosa altura de la zona común equilibra la percepción de amplitudes.

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