Sabido es que el uso indiscriminado del plástico como material envolvente en la comercialización de alimentos está llegando a proporciones insostenibles e irracionales por lo que atañe a su presunta funcionalidad (¿quién no ha visto alguna vez fruta pelada y envuelta en plástico para su venta en supermercados?). Nuestros mares padecen los efectos más desastrosos de estas prácticas, pues se estima que el 80 por ciento de la basura marina en el planeta son plásticos, con las consabidas consecuencias que ello comporta. La situación ha llegado a tales extremos que autoridades públicas se han visto forzadas a intervenir en numerosos Estados, aunque bien es cierto que tarde y a veces a regañadientes. La UE, por ejemplo, se comprometió recientemente a prohibir los plásticos de un solo uso para el año 2021.
Asumiendo, pues, que logremos reducir ostensiblemente la producción y el empleo del plástico de un solo uso, surge la evidente necesidad de encontrar un sustituto sostenible y de ventajas comparables, y ahí destaca la inteligente labor de la diseñadora Margarita Talep, cuya propuesta se antoja muy prometedora.
Talep asegura haber desarrollado un sustituto del plástico cuyo proceso de biodegradación sería inocuo y rápido, oscilando entre los 2 y 4 meses (téngase en cuenta que una bolsa de plástico común y corriente tarda unos 150 años en degradarse expuesta a la intemperie). La base del nuevo material que presenta Talep es un polímero cuyo ingrediente principal es el agar-agar, una sustancia mucilaginosa extraída de algas marinas rojas y que se viene empleando exitosamente en la industria farmacéutica y en la bacteriología. A esa base simplemente se le añade agua y tintes naturales plenamente sostenibles, extraídos de las pieles de frutas y verduras como los arándanos, la zanahoria, la lombarda o la remolacha.
La mezcla hierve a unos 80 grados centígrados para luego ser vertida en un molde. Una vez enfriado hasta los 20 grados bajo cero, el material adquiere una mayor rigidez, endureciendo más tarde a temperatura ambiente hasta alcanzar propiedades muy similares a las del papel o a las del plástico. Finalmente, los envoltorios también podrían sellarse con calor en lugar de adhesivos para hacer más sostenible el proceso.
Según explica Talep, el material puede producirse con distintos niveles de densidad dependiendo de su uso, lo cual le concede una gran versatilidad en la industria alimenticia y en un sinfín de aplicaciones. Además, es de suponer que si la iniciativa prospera, ello incentivaría a su vez el desarrollo de otros sectores sostenibles como el cultivo de algas y la explotación más sostenible de nuestros litorales.
Huelga decir que la iniciativa de Talep no es la única de este tipo que hoy está en marcha, aunque no por ello resulta menos meritoria ni encomiable. Hora es ya de brindarles todo el apoyo que sin duda merecen.
Imágenes gentileza Margarita Talep