Un proyecto arquitectónico suele adaptarse a las necesidades o a los gustos personales del cliente. Sin embargo, hoy presentamos una obra tremendamente imaginativa donde la profesión del futuro propietario condicionó todo el programa, desde la forma de la vivienda hasta su distribución interior.
Porque la Casa voladora del estudio coreano IROJE KHM Architects es el fiel reflejo de la vida cotidiana de un joven piloto. Esta atípica vivienda unifamiliar se sitúa en un área en pleno desarrollo junto al aeropuerto de Incheon, la tercera ciudad más grande del país. Las rampas ascendentes del jardín emulan el despegue de un avión, y las numerosas curvas de la fachada, así como sus cubiertas, también parecen tirar de la casa hacia el cielo. De este modo, el equipo consigue que el cliente se sienta aún en el aire incluso cuando tiene ya los pies en la tierra y disfruta de la vida familiar.
No obstante, este diseño radical introduce componentes de la tradición coreana, como el «rumaru», un pabellón elevado desde el que contemplar tranquilamente todo el entorno. O la organización de los espacios alrededor de un patio central, con diversas escaleras que conducen a una enorme azotea. Aquí, las zonas verdes posibilitan la vida al aire libre de los niños. De hecho, la presencia de elementos naturales es tan importante para la familia que han integrado un pequeño jardín con césped y árbol incluido en uno de los baños.
Teniendo en cuenta los volúmenes irregulares de la fachada, el interior dista mucho de ser monótono. La entrada se abre a una sala de estar hundida que conduce a la cocina y el comedor. Frente a ella, una escalera ancha lleva a la primera planta, donde encontramos el dormitorio principal, y sirve como área de descanso extra con los asientos ya incorporados. Por último, el nivel más elevado alberga los dormitorios de los niños. Aquí, como en el resto de estancias, la luz natural está garantizada mediante abundantes zonas acristaladas.
En cuanto a la decoración, viene marcada por el hormigón visto –pulido o rugoso– y los acabados en blanco, a juego con los muros exteriores. Una paleta de grises que buscaba abaratar costes y que equilibra su dureza con mobiliario y textiles multicolores por toda la casa.