En 1948, cuando los arquitectos A. Quincy Jones y Whitney R. Smith terminaron su casa experimental en el barrio Mount Washington de Los Ángeles, no imaginaban que más de 70 años después iba a seguir dando que hablar. La Pilot House se ideó para probar nuevos desarrollos en ingeniería y construcción, a la vez que rompían las formas espaciales tradicionales con sus paredes inclinadas sobre un terreno tan escarpado.
Sus icónicas ventanas angulares panorámicas, junto con su práctica planta alargada, han servido de inspiración a varias generaciones de arquitectos a la hora de crear hogares abiertos por completo a la naturaleza.
Convertida hoy en día en residencia de la pintora californiana Mary Weatherford, acaba de sufrir una transformación integral. La artista, con la colaboración del estudio angelino Escher GuneWardena y el interiorista Oliver M. Furth, ha empleado unos cuatro años en la minuciosa restauración de esta vivienda de 140 m2.
El objetivo era llevar la Pilot House al siglo XXI sin comprometer el experimento original en su faceta de innovación estructural. En primer lugar, se reemplazó el techo y se reforzó la vivienda para adecuarla a la legislación antisísmica de California, modificando de paso los aislamientos e instalando aire acondicionado. Todo ello sin alterar el espectacular voladizo, una de las señas de identidad de la casa que le proporciona su atractivo efecto flotante.
En cuanto al interior, se eliminaron las capas de pintura blanca aplicadas por anteriores propietarios sobre la madera contrachapada. Curiosamente, descubrieron una muestra de la madera original dentro de un cajón del dormitorio de invitados, así que tras un minucioso decapado y posterior tinción consiguieron rescatar el tono exacto empleado en las planchas en la década de los 40.
Furth, famoso por sus elegantes proyectos de decoración en mansiones de Bel Air y Beverly Hills, utilizó las combinaciones de color de forma más libre que los arquitectos, obligados por las restricciones del trabajo en un edificio histórico. Así, los amarillos conviven con los violetas en el salón comedor, el rosa armoniza con los azulejos verdes del baño, y los tonos rojizos y anaranjados se adueñan del dormitorio principal.
Respecto al mobiliario, los recuerdos de la pintora (otomanas de cuero, sillas o lámparas) se mezclan con clásicos de mediados de siglo (Poul Kjærholm, Hans Wegner y Eero Saarinen) y piezas exclusivas de diseñadores locales contemporáneos, como David Wiseman o Michael Parker.